lunes, 15 de julio de 2013

Al final de una recta que no ha sido lineal, remembranzas de mis inicios.

Desde que recuerdo quise ser científica. Y de cierto órgano que no puede tener más mi atención. Para cumplir con mis metas snob, claro. Luego entré a un posgrado. Parecía tener todo lo que deseaba, el área, los profesores. Había caído ahí por un milagro, pregunté un día antes del ingreso y entré al día siguiente. Quedé... como suceden los "milagros" por casualidad. Sin estudiar, sin temario, sin saber siquiera que iba a recibir una beca. Quedé con mi idea altruista de hacer ciencia, que en realidad no existe porque en mi mente sigue siendo un ideal.


Elegí la línea, por ende al profesor... cinco meses después, parecía de ensueño: la que llegó casual, tenía el privilegio que nunca antes del primer semestre tuvo: ir a presentar un trabajo que todavía no hacía, pero en el que ya estaba involucrada. Me pareció raro, un poquito deshonesto ¿cómo iba yo a presentar algo que no había hecho? cuyos fundamentos teóricos apenas sabía y que para colmo soy de esas tercas que odia memorizar y recitar borucas que sus profes le indicaban. Obedecí y me fui a Alemania. Pero no obedecí al qué decir; total, ya estaba lejos de los directores de mi posgrado y mi jefe era tan diplomático que una irreverencia disfrazada de ingenuidad, me la iba a pasar por alto. Recuerdo que cada que tuve oportunidad de platicar con algún científico que preguntaba por mi proyecto: confesaba que era una estudiante suertuda que por casualidad había caído ahí, que no estaba familiarizada en práctica, pero que si estaba entusiasmada y había leido mucho al respecto, además de manifestarme muy emocionada por estar viendo a los "gigantes" de la ciencia. Parecía un gesto tolerable por los otros.

Platiqué con Kempermann (sabrán ya el órgano de mis complacencias), el grande de su área, mientras mi entonces director de tesis... que no entendía una pizca de alemán me sonreía, le sonreía al tiempo que escuchaba a Kempermann y me esforzaba por no hacerle gestos al intentar comprender las partes donde se le olvidaba que no era yo oriunda, así, evité pronunciar la oligofrénica frase: "Sprechen Sie bitte langsam" y pues nada. Ahí estaba... platicando con el Señor Herr Doktor und Prof. Kemperman y contándole las ideas que mi tutor tenía, para que mientras seguíamos haciendo gestos amables hacia este último y que Gerd (después de 10 minutos de charla ya éramos compísimas) tanto para que me dijera (después de enterarse que mi director, nada entendía): "la cosa no va por ahí, cambia de proyecto, de posgrado. Ven aquí: entiendes y hablas alemán, eres joven y te apasiona lo que comentas..." Hice todo, menos regresar a Alemania. No aún. Y sigo siendo joven, aunque 4 años más vieja que entonces.

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